Sus alas de gorriones no permiten que cedamos el paso a la tristeza. Nos obligan a levantar vuelo hacia sus azules, a pesar de las imágenes oscuras y precisas de esa próxima perenne ausencia.
Voces de niñas con fecunda siembra de sonrisas níveas, incitan a evadirse de la cercana y prometida muerte.
¿Qué será de sus viernes previo al sueño, cuando él no esté?
El abuelo, dueño de todos los cuentos, tendido en la cama de aquel hospital, respira con dificultad y desesperanza.
Sus azules y rojos se tornaron de golpe en oscuros grises.
No les permiten acercarse a él. Así, podrán recordar para siempre sus ojos brillantes y pícaros, sus manos repletas de caramelos amarillos, naranjas y rosas.
Sus pequeñas bocas están llenas de porqués.
La respuesta ha de ser vaga, de modo que presientan que no volverán a verlo, aunque tengan la certeza de que siempre lo encontrarán entre los coloridos dulces y los fantásticos cuentos.
Hola! Me encantaron! Escribo poco, codos de tenista me apartan del teclado.
ResponderEliminarUn abrazo grandote
Gracias Themis por tu comentario!!! Te mando un beso grande!
ResponderEliminarhermoso Ana, y me trajo tristes recuerdos, de mi padre en su cama de enfermo y sus nietos saludandolo desde el muro de la calle a la cual daba su ventana
ResponderEliminarGracias Helena! Y sí, es en base a algo por el estilo que lo hice...no te pongas triste que ellos nos cuidan desde donde estén, que para mí es el cielo o el paraíso.
ResponderEliminarUn beso grandote y me algro que te haya gustado.
Cariños a los tuyos
Bello texto Anita...! Un beso...!
ResponderEliminarGracias Juanjo!! Un beso grande!
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